La vida y la muerte
La aparición de Jesucristo en
la tierra mostró, desde el mismo nacimiento de Jesús, el trágico
enfrentamiento entre la vida y la muerte, entre la luz y las tinieblas,
entre el poder terrenal y el poder del cielo, entre el bien y el mal, en
suma, que iba a respresentar su persona en el mundo.
Ungido por
Dios como salvador de su pueblo, luz de las naciones, y futuro rey de
justicia, Jesucristo fue, por eso mismo, confrontado por las fuerzas
espirituales enemigas que finalmente lograrían su muerte. Así fue el
plan de Dios para con su Hijo y para con la humanidad, plan que
continuó con su resurreción, tras haber sido crucificado, y que
completará con su regreso a la tierra.
Pero la dimensión del enfrentamiento es sobrecogedor, e inevitable; y es parte del destino mismo de la humanidad.
Veamos,
para entenderlo, lo que sucedió apenas unos días después de nacido el
Cristo, luego de que hubieran partido los magos que vinieron a
adorlarle en el pesebre de Belén:
“Después que
partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y
dijo: Levántate, y toma la niño y a su madre, y huye a Egipto, y
permanece allá hasta que yo te diga: porque acontecerá que Herodes
buscará al niño para matarlo.”
“Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto,
y
estuvo allá hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliese lo que
dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi
Hijo.”
“Herodes entonces, cuando se vio burlado de
los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de
dos años que había en Belén, y en todos sus alrededores, conforme al
tiempo que había inquirido de los magos.”
“Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo:
Voz fue oída en Ramá,
Grande Lamentación, lloro y gemido;
Raquel que llora a sus hijos,
Y no quiso ser consolada, porque perecieron.”
Mateo 2: 13-18
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